El mundo de los blogs es extraordinario. Me ha permitido conocer a maravillosas personas, dialogar con grandes artistas y conectarme con humanos poseedores de una gran riqueza de pensamiento . Aunque solo las letras nos unan y los comentarios vayan y vengan, eso vasta para descifrar el sentir de un poeta. Entre esas personas maravillosas se encuentra el poeta español José Zúñiga, al que leí regularmente desde 2009 hasta su partida. Fueron dos años intensos de lectura que me acercaron no solo a su poesía, sino también a su pensamiento, sus preocupaciones, sus dudas y reflexiones, su soledad y su dolor, como sus alegrías...y todo por medio de los blogs, este maravilloso medio de comunicación.
Recuerdo cuando nació su nieta Julia, en agosto de 2010, le dejé un comentario que textualmente decía: “Que Julia tenga mi bienvenida, aunque aún no la entienda. Y seguirán naciendo Julia(s), como la tuya, para engalanar la palabra vida y darle más color a los grises de la existencia... la niñez trae colores nuevos y necesarios” ese fue mi sentimiento instantáneo al leer sus palabras que contenían esa profunda alegría de ser abuelo. José me respondió como era su sana costumbre : "Creo que algo sentirá con tanto júbilo como hay por aquí, Sandra. Los niños se enteran de todo. Y nos hacen noños, que no viejos. Paradojas..."
Siempre he tenido la sensación de que la vida nos invita a conocerla mediante la experiencia de vivirla, un hecho que ya esta dado mientras estamos en la tierra, solo debemos ser conscientes de ello. José era un poeta de ojos abiertos, su pensamiento tan profundo como sus versos y su pasión es visible en cada palabra de cada poema.
Un 3 de abril de 2011 partió dejando tras él un vuelo de poesía entre sus canciones, libros, recitales, blogs , comentarios y vivencias, todo lo que un poeta puede compartir con sus amigos y lectores. A veces vuelvo a leer su blog y tengo la sensación que vendrá a devolverme la visita.
Recuerdo cuando nació su nieta Julia, en agosto de 2010, le dejé un comentario que textualmente decía: “Que Julia tenga mi bienvenida, aunque aún no la entienda. Y seguirán naciendo Julia(s), como la tuya, para engalanar la palabra vida y darle más color a los grises de la existencia... la niñez trae colores nuevos y necesarios” ese fue mi sentimiento instantáneo al leer sus palabras que contenían esa profunda alegría de ser abuelo. José me respondió como era su sana costumbre : "Creo que algo sentirá con tanto júbilo como hay por aquí, Sandra. Los niños se enteran de todo. Y nos hacen noños, que no viejos. Paradojas..."
Siempre he tenido la sensación de que la vida nos invita a conocerla mediante la experiencia de vivirla, un hecho que ya esta dado mientras estamos en la tierra, solo debemos ser conscientes de ello. José era un poeta de ojos abiertos, su pensamiento tan profundo como sus versos y su pasión es visible en cada palabra de cada poema.
Un 3 de abril de 2011 partió dejando tras él un vuelo de poesía entre sus canciones, libros, recitales, blogs , comentarios y vivencias, todo lo que un poeta puede compartir con sus amigos y lectores. A veces vuelvo a leer su blog y tengo la sensación que vendrá a devolverme la visita.
José Zúñiga.
El reloj se ha parado. No sé dónde me encuentro,
el tiempo y el espacio en los que sin saberlo transitaba
son nociones ajenas al temblor de unas manos
que han reventado en pétalos de azufre.
Siento frío en la nuca, cargo hielo en la espalda,
estoy donde no estoy. Y tengo miedo,
porque no se comete impunemente
el pecado de ser un desarraigo.
Ven a buscarme, amigo, a ti los hielos
no te abrasarán
por mucho que devoren mis entrañas.
Dame tu aliento, amigo, tu palabra,
sálvame del silencio o enmudece conmigo.
No es el sudario lo que me preocupa,
sino el tiempo perdido.
El reloj se ha parado. No sé dónde me encuentro,
el tiempo y el espacio en los que sin saberlo transitaba
son nociones ajenas al temblor de unas manos
que han reventado en pétalos de azufre.
Siento frío en la nuca, cargo hielo en la espalda,
estoy donde no estoy. Y tengo miedo,
porque no se comete impunemente
el pecado de ser un desarraigo.
Ven a buscarme, amigo, a ti los hielos
no te abrasarán
por mucho que devoren mis entrañas.
Dame tu aliento, amigo, tu palabra,
sálvame del silencio o enmudece conmigo.
No es el sudario lo que me preocupa,
sino el tiempo perdido.