Dije que no hablaría. Pero las promesas caducan frente a la injusticia.
La bocanada
presa en el oscuro silencio de mi boca, versada de una asfixia plena, expiró, y el mordaz secreto se hizo voz.
Apenas
salían las primeras sílabas, cortadas, como el hilo de un collar con pocas
perlas olvidadas en el fondo de un bolso de fiesta.
Lejos
está el festejo de tu risa y mi complicidad acelerada frente al triunfo.
Lejos
de tu conciencia cincelada y la mía a medio modelar. Jamás me enteraré si el
viento dudó en ser cómplice de aquel destape, porque solo puede oírme, mi
universo era mi voz sin mirar tus ojos ni buscar de tus labios la respuesta.
Y, sin titubear y sin leer lo escrito tanto años
antes, como en un discurso frente a miles, largué las filosas palabras de
condena.
Porque algunos secretos no pueden vivir como animales castrados, engordando, con una vida quieta a la sombra de las sillas.
Las verdades están para ser dichas, para ser destapadas, vistas crudas, aunque nos condenen; mucho más, cuando de ellas penden muchas vidas.
Salma
2015
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